El 8 de marzo es una fecha que nada tiene que ver con la obligación de repartir flores entre las empleadas de una empresa, ni de llevar a la novia a cenar, o prestarle la tarjeta para que se compre zapatos. Lejos del blanqueado ideológico y la integración de este día a la lógica consumista, se trata de una celebración que recuerda la lucha de las mujeres trabajadoras por sus derechos, una lucha que tuvo y tiene víctimas, mártires heroínas y millones de beneficiadas. Cada conquista tiene un impacto en la vida de siguientes generaciones que no debe olvidarse ni resignarse.
Son muchos y variados los logros de las mujeres habitantes de la Argentina en los últimos años. Hay mujeres en puestos clave de la función pública, tanto en lo legislativo como en los puestos técnicos y decisorios. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron reconocidas aquí y en ámbitos internacionales por su incansable búsqueda de verdad y justicia en relación con los crímenes de la dictadura. Ex detenidas-desaparecidas de Mendoza han contribuido a esa búsqueda, al lograr, con sus testimonios, que las violaciones en los centros clandestinos de detención se consideraran delitos de lesa humanidad.
En lo que respecta a la maternidad, la Asignación Universal por Hijo ha representado, ya que no una solución, sí un enorme alivio para miles de mujeres jefas de hogar que se esfuerzan día a día por alimentar a sus familias. La extensión de esta cobertura a las embarazadas a partir del segundo trimestre, compromete al Estado a acompañar la decisión de quienes deseen maternar.
Desde distintas modalidades, entre el empleo y las cooperativas, las mujeres han regresado al mercado laboral.
El matrimonio igualitario representa un avance para las mujeres lesbianas, pues reconoce en plenitud el vínculo de pareja, con todos sus derechos y obligaciones. Por extensión, da cobertura legal a las familias homoparentales, que existen desde mucho antes de que se modificara la ley pero vivían en la precariedad.
Las mujeres trans, por su parte, lentamente van siendo reconocidas por su género. Aun cuando no hay una ley del Congreso al respecto, muchas han logrado modificar sus documentos para que el nombre legal se corresponda con el real. La ex detenida desaparecida Valeria Ramírez, perseguida por la dictadura por su doble condición de luchadora y trans, dio, hace pocas semanas, testimonio de su cautiverio usando su nombre femenino. Las que deban hacerse el nuevo documento a partir de este año, pueden fotografiarse con su imagen habitual de mujeres, aunque el nombre legal sea de varón.
Sin embargo, hay mucho por hacer todavía. Las 260 mujeres víctimas de la violencia de género durante 2010, sumadas a las que fueron quemadas por sus parejas o ex parejas en lo que va del año, son clara señal de la necesidad urgente de un cambio legal y cultural por el que se reconozca e identifique el femicidio como tal, y se lo combata desde la justicia y la educación.
El derecho a la salud sexual de las mujeres sigue condicionado por la manera arbitraria y conservadora en la que se instrumentan los programas de salud sexual y reproductiva en las diferentes provincias. La plena puesta en marcha de estos programas, junto con la legalización del aborto, son enormes deudas que el Estado debe cubrir.
El derecho a disponer del propio cuerpo también se ve amenazado permanentemente por las redes de trata y explotación sexual. Estas redes se sostienen en un marco de falta de controles entre distritos, complicidades policiales y judiciales, y leyes que cuestionan a las víctimas pero disculpan a los responsables. El Estado debe eliminar la trata, impedir nuevos secuestros y condenar a toda la línea de los involucrados en el comercio de mujeres y niñas.
Las parejas de lesbianas y las familias homoparentales necesitan visibilizarse en un marco de pleno respeto, sin miedo a la discriminación, segregación u otras formas de violencia simbólica o física.
La ley de Identidad de Género es también una deuda para con las mujeres trans, que necesitan el reconocimiento de su identidad de mujeres para estudiar, trabajar formalmente, legalizar sus parejas y familias, y vivir plenamente sus vidas.
El trabajo se da en paralelo entre el ámbito político y lo cotidiano, porque uno de los obstáculos habituales a la hora de reivindicar un derecho es la estigmatización de las que luchan como quilomberas, como inadaptadas, insatisfechas o feministas en un sentido despectivo. La fecha, además de celebrar lo conquistado y tener presente lo que falta, convoca también a recordar que el feminismo no es la lucha por el poder de las mujeres sobre los hombres sino por el derecho a decidir sobre sus propias vidas, y que ninguna democracia se construye ni se consolida si una mitad de la población se ve subordinada a la otra.
1 comentario:
Excelente texto. Importantisimo todo lo que en él se comenta. Salud por todas las mujeres!
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