Nuevamente nos hemos encontrado un 25 de noviembre marchando contra todas las formas de violencia hacia las mujeres. La gran novedad de este año fue la incorporación de la “marcha de las putas”, que se concentra en el derecho al uso, disfrute y circulación de las mujeres por el espacio público, sin la intromisión que, con la excusa del piropo, se convierte en una agresión por parte de los varones, como un precio a pagar por decidir andar solas por la calle. Como todos los años, a la vez, marchamos por el derecho a una vida íntima sin la violencia física y sexual de un compañero maltratador, por una inserción laboral igualitaria, por una vida sexual y reproductiva sana y autónoma, por la diversidad sexual vivida en un marco social de respeto, por una representación mediática que nos empodere en lugar de cosificarnos y de naturalizar la violencia sexual ejercida sobre nosotras.
Marchamos en un contexto contradictorio. La pelea sostenida en los tribunales mendocinos dio sus frutos, y hoy se reconocen las violaciones a las detenidas desaparecidas durante la dictadura como crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, crece la violencia hacia nuestros cuerpos. Las estadísticas elaboradas por el Observatorio de Femicidios en Argentina de La Casa del Encuentro a partir de coberturas mediáticas, daban cuenta en 2010 de 260 asesinatos de mujeres por parte de hombres de sus entornos, incluyendo parejas y ex parejas. Este año la cifra se ha incrementado: hasta octubre de este año, se habían cometido 230 crímenes, es decir, un 10% más que el año pasado en el mismo período. Es más de una muerte cada 1,5 días. En paralelo, leemos todas las semanas acerca de sentencias sobre casos previos en las que el sexismo de integrantes del Poder Judicial disculpa la violencia de los machistas femicidas con la reducción de las penas. También aumentaron las llamadas a los organismos de denuncia y acompañamiento de la víctima de violencia de género, pero sigue siendo difícil para muchas mujeres hacer valer su derecho a una vida sin agresiones, cuando la policía o las fiscalías no atienden a sus denuncias y pedidos de auxilio, alimentando así la espiral que comienza en el insulto y termina con una mujer baleada, apuñalada o quemada. El trabajo del Observatorio visibilizó también un tipo de crimen que describe como “femicidio vinculado”, que consiste en el asesinato exclusivo o extensivo sobre lxs hijxs de la mujer víctima de violencia, con la voluntad, muchas veces explícita, de pegarle donde más le duela o quitarle lo que más quiere. Esta visibilización se logró por la dramática realidad de 16 niñxs de menos de 12 años que murieron violentadxs por parejas actuales o pasadas de sus madres, incluyendo a sus propios padres. Llevamos al Congreso y a los medios el debate por la interrupción voluntaria del embarazo, donde enfrentamos los argumentos más absurdos y reaccionarios contra nuestra autonomía. La presión conservadora de corte religioso sobre lxs legisladorxs fue más fuerte, y el debate quedó trunco hasta el próximo año, mientras mujeres niñas y adultas siguen siendo victimizadas porque no se les reconoce el derecho a un aborto no punible, o mueren destrozadas por las consecuencias de un aborto inseguro. Protestamos y denunciamos cuando desde diarios, radio o televisión, periodistas, humoristas, conductores o publicistas nos insultan, nos convierten en objetos sexuales o nos agreden de cualquier manera. Aun así, se multiplican las escenas basadas en los cuerpos de las mujeres, las pautas realizadas a partir de estereotipos, las expresiones públicas más exacerbadas de machismo. El Secretario General de la Mesa de Diversidad Sexual y Género de Cuyo, Macoco Guajardo, decía días atrás, en las II Jornadas de Capacitación y Perfeccionamiento “Diversidades y Derechos Humanos”: “Las mujeres han sido moneda de cambio de todos los gobiernos”. Hablábamos de cómo tantas veces se negoció el apoyo de la Iglesia al poder político a cambio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como el acceso garantizado a métodos anticonceptivos, a información completa y confiable, a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Suele sostenerse también que el recrudecimiento de la violencia de género aparece como represalia ante el avance de las mujeres en el reconocimiento de nuestros derechos.
Existe una manera de superar este juego de opuestos que resulta fatal para tantas mujeres: la concientización y la sensibilización. En la medida en que podamos educar y educarnos en la idea de la igualdad de los géneros, podremos empoderarnos, asegurarnos el respeto y la contención de las instituciones, y el aislamiento, desactivación y desnaturalización de las conductas violentas, y la solidaridad entre las mujeres.
Marchamos en un contexto contradictorio. La pelea sostenida en los tribunales mendocinos dio sus frutos, y hoy se reconocen las violaciones a las detenidas desaparecidas durante la dictadura como crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, crece la violencia hacia nuestros cuerpos. Las estadísticas elaboradas por el Observatorio de Femicidios en Argentina de La Casa del Encuentro a partir de coberturas mediáticas, daban cuenta en 2010 de 260 asesinatos de mujeres por parte de hombres de sus entornos, incluyendo parejas y ex parejas. Este año la cifra se ha incrementado: hasta octubre de este año, se habían cometido 230 crímenes, es decir, un 10% más que el año pasado en el mismo período. Es más de una muerte cada 1,5 días. En paralelo, leemos todas las semanas acerca de sentencias sobre casos previos en las que el sexismo de integrantes del Poder Judicial disculpa la violencia de los machistas femicidas con la reducción de las penas. También aumentaron las llamadas a los organismos de denuncia y acompañamiento de la víctima de violencia de género, pero sigue siendo difícil para muchas mujeres hacer valer su derecho a una vida sin agresiones, cuando la policía o las fiscalías no atienden a sus denuncias y pedidos de auxilio, alimentando así la espiral que comienza en el insulto y termina con una mujer baleada, apuñalada o quemada. El trabajo del Observatorio visibilizó también un tipo de crimen que describe como “femicidio vinculado”, que consiste en el asesinato exclusivo o extensivo sobre lxs hijxs de la mujer víctima de violencia, con la voluntad, muchas veces explícita, de pegarle donde más le duela o quitarle lo que más quiere. Esta visibilización se logró por la dramática realidad de 16 niñxs de menos de 12 años que murieron violentadxs por parejas actuales o pasadas de sus madres, incluyendo a sus propios padres. Llevamos al Congreso y a los medios el debate por la interrupción voluntaria del embarazo, donde enfrentamos los argumentos más absurdos y reaccionarios contra nuestra autonomía. La presión conservadora de corte religioso sobre lxs legisladorxs fue más fuerte, y el debate quedó trunco hasta el próximo año, mientras mujeres niñas y adultas siguen siendo victimizadas porque no se les reconoce el derecho a un aborto no punible, o mueren destrozadas por las consecuencias de un aborto inseguro. Protestamos y denunciamos cuando desde diarios, radio o televisión, periodistas, humoristas, conductores o publicistas nos insultan, nos convierten en objetos sexuales o nos agreden de cualquier manera. Aun así, se multiplican las escenas basadas en los cuerpos de las mujeres, las pautas realizadas a partir de estereotipos, las expresiones públicas más exacerbadas de machismo. El Secretario General de la Mesa de Diversidad Sexual y Género de Cuyo, Macoco Guajardo, decía días atrás, en las II Jornadas de Capacitación y Perfeccionamiento “Diversidades y Derechos Humanos”: “Las mujeres han sido moneda de cambio de todos los gobiernos”. Hablábamos de cómo tantas veces se negoció el apoyo de la Iglesia al poder político a cambio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como el acceso garantizado a métodos anticonceptivos, a información completa y confiable, a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Suele sostenerse también que el recrudecimiento de la violencia de género aparece como represalia ante el avance de las mujeres en el reconocimiento de nuestros derechos.
Existe una manera de superar este juego de opuestos que resulta fatal para tantas mujeres: la concientización y la sensibilización. En la medida en que podamos educar y educarnos en la idea de la igualdad de los géneros, podremos empoderarnos, asegurarnos el respeto y la contención de las instituciones, y el aislamiento, desactivación y desnaturalización de las conductas violentas, y la solidaridad entre las mujeres.
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