martes, 10 de abril de 2012

Una Historia Reciente

Los expertos coinciden en cuanto a que en la historia de la medicina, jamás se había avanzado tanto y en tan poco tiempo en la lucha contra una enfermedad. Repasamos los pasajes más salientes de estas tres décadas que cambiaron la vida de gran parte de la humanidad.

La aparición de la epidemia del sida, a comienzos de la década de 1980, suscitó todo tipo de teorías con respecto a su origen; para algunos fue la causa de un error de algún laboratorio de ingeniería genética que dejó escapar el virus; para otros directamente se trataba de un invento de partes interesadas y hasta se llegó a hablar de una conspiración de la CIA. Lo cierto es que el virus estaba entre nosotros y no solo cambió la medicina, sino también la vida.

LOS PRIMEROS CASOS
Transcurría la década de 1970 y la liberación sexual estaba en su apogeo. Fue entonces cuando la comunidad gay de algunos países decidió salir a la calle y mostrarse sin complejos. En muchas ciudades, como San Francisco y Nueva York, entre otras, proliferaban locales donde, además de música y bebidas se consumía sexo sin restricciones.

Fue en ese contexto que, en junio de 1981, una revista científica publicó el primer caso de neumonía por Pneumocystis Carinii en un paciente homosexual. Se trataba de un germen muy poco frecuente hasta entonces, salvo en personas con las defensas muy bajas. Casi simultáneamente, fueron publicados varios casos de sarcoma de Kaposi en pacientes jóvenes. Luego, los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. En ambos casos se trataba de enfermedades raras que aparecían solo en sujetos inmunodeprimidos.

En pocos meses fueron descriptos casos similares en otros países occidentales, sobre todo europeos, y cundió la alarma.

Una vez descripto el cuadro de inmunodeficiencia, fueron comunicados nuevos casos en sujetos no homosexuales, fundamentalmente adictos a las drogas intravenosas, hemofílicos y procedentes de la isla caribeña de Haití. En enero de 1983 fue descripto el primer caso de transmisión heterosexual.

En 1981, esta enfermedad recibió el nombre de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o sida, en referencia a la falta de defensas que sufrían lxs pacientes, y al hecho de que fuera adquirida durante la vida, ya que hasta entonces, la mayoría de los casos de inmunodeficiencia aparecían en forma congénita o bien en pacientes que recibían quimioterapia.

Entonces, hablar de sida era hablar de muerte segura, ya que no existía ningún método eficaz para controlar las infecciones que sufrían estos pacientes, y, al no conocer la causa, tampoco era posible prevenirla.

En 1983, las autoridades sanitarias de los Estados Unidos no consideraban el sida como un problema de salud pública, ya que en ese momento se habían registrado solo 1.450 casos. Para la mayoría de lxs americanxs se trataba de una plaga que castigaba fundamentalmente a personas homosexuales, a drogadictxs y a prostitutxs.


Fue la muerte del actor Rock Hudson, en 1985, a causa del sida, el hecho que produjo un vuelco notable en la historia de esta enfermedad. Alguien dijo que esta muerte “le puso cara al sida”. En efecto, se trató del primer “famoso” infectado por el VIH y que era homosexual. La noticia fue suficiente para poner en marcha la opinión pública norteamericana y la del resto del mundo. Comenzaron entonces a aparecer grupos de presión y activistas con voz en todos los foros donde había influencia y poder.

La investigación sobre la enfermedad no tardó en recibir una avalancha de fondos que resultaron clave para conseguir avances. En 1985, el sida se había convertido en un problema sanitario y social internacional. Mientras, los datos provenientes de África anunciaban que se produciría una epidemia sin precedentes por vía heterosexual.

DISPUTA

El virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH) fue identificado entre 1983 y 1984 por investigadores que trabajaron en distintos países: Luc Montagnier, en Francia, y Robert Gallo, en los Estados Unidos. De este modo se estableció que la infección por VIH impedía al organismo defenderse del asedio de diversos agentes patógenos oportunistas, y, por esta razón, el enfermo se tornaba extremadamente vulnerable a otros males que finalmente acababan con su vida.

Durante muchos años se mantuvo una fuerte disputa sobre quien había sido el primero en aislar el virus. En noviembre de 1990, la Oficina de Integridad Científica de los Institutos Nacionales de la Salud procuraron echar luz sobre la cuestión, y, para ello, designaron una comisión que analizaría las muestras almacenadas en el Instituto Pasteur y en el Laboratorio de Biología de Células Tumorales del Instituto Nacional de Cáncer entre 1983 y 1985. El equipo, liderado por Sheng-Yung Chang, concluyó que el virus de Gallo provenía del laboratorio de Montagnier.

En la actualidad, se considera que Montagnier fue el descubridor del virus del sida, y que Gallo aportó la metodología necesaria para descubrir los primeros retrovirus humanos. Según los expertos, sin los conocimientos aportados por Gallo, al identificar por primera vez los retrovirus humanos, Montagnier nunca hubiera podido descubrir el VIH.

En la revista Science del 29 de noviembre de 2002, Gallo y Montagnier publicaron una serie de artículos, uno en coautoría, donde reconocen las aportaciones fundamentales que ambos tuvieron en el descubrimiento del VIH.

EL “PACIENTE CERO”  

Luego que quedara científicamente demostrado que el VIH era el responsable de la enfermedad, el próximo interrogante por resolver era el origen de este nuevo virus. En esta historia hubo un “Paciente Cero”, de donde pareció partir la epidemia, se trata de Gaetan Dugas, auxiliar de vuelo homosexual y extremadamente promiscuo, que reconoció haber tenido más de mil compañeros sexuales.

A partir del virus aislado en su sangre, fueron identificados, a través de todo el mundo, más de 40 casos de VIH de idénticas características, repartidos en una enorme cantidad de países y cuyo común denominador era haber compartido sexo entre ellos. Esto contribuyó sin duda a extender la enfermedad por todo el mundo, y, al mismo tiempo, contribuyó a reconocer que la enfermedad era muy contagiosa y que ciertas actitudes podían ayudar a su diseminación; por ello, era posible tomar medidas para reducir la tasa de contagios.

LA EPIDEMIA

A diferencia de otras enfermedades, la infección por el VIH se expandió rápidamente. Y son varios los factores que contribuyeron a que el sida se convirtiera en una epidemia a nivel internacional con una capacidad de propagación explosiva entre países. En este sentido, basta tener en cuenta al “Paciente 0”, que fue capaz de infectar a más de 40 varones de diferentes países.

En algunos países como los Estados Unidos y España, se utilizaron donantes de sangre que cobraban, y, en muchos casos, pertenecían a poblaciones penitenciarias o eran consumidorxs de drogas. Esta sangre era luego exportada a otras regiones del mundo. Además, en la década de 1960 se descubrió que lxs pacientes con hemofilia, se beneficiaban con transfusiones de un componente de la coagulación presente en la sangre de sujetos sanos: el factor VIII. Sin embargo, para extraer este factor, que salvaba la vida de lxs hemofílicxs, era necesario acumular grandes cantidades de sangre procedente de múltiples donantes. Una vez aislado el facto, era exportado a distintos países del mundo para tratar a estxs enfermxs con problemas de coagulación.

En la década siguiente desembarcaron las drogas, fundamentalmente la heroína, procedentes de Asia. Así se generalizó el consumo de este tipo de sustancias por vía intravenosa y se comenzó a comercializar jeringas de plástico que facilitaban el intercambio entre varixs adictxs al mismo tiempo. La proliferación de este tipo de comportamientos entre distintas tribus urbanas, también contribuyó a la rápida propagación de la infección por esta vía.

De 1985 datan las primeras pruebas bioquímicas para detectar los anticuerpos contra el VIH, y, a fines de 1986, se produce el advenimiento del AZT, primera droga que permite prolongar la vida de lxs infectadxs. En 1987, Estados Unidos prohibió el ingreso a su territorio de personas infectadas por VIH o sospechadas de padecer el sida. Hasta entonces, el principal obstáculo para el tratamiento de la enfermedad, lo constituía el elevado costo del medicamento, pero, en 1989, la labor de lxs activistas por los derechos humanos consiguió que el laboratorio Burroghs Wellcome, propietario de la patente del medicamento, bajara los precios del AZT.

En 1991 comenzó un proceso acelerado en el desarrollo de nuevas drogas que, combinadas, permitirían prolongar la vida de estxs pacientes y lxs mantenía libres de complicaciones de la infección.

En la actualidad, la infección por VIH pasó de ser una enfermedad mortal a una infección casi crónica, gracias a las terapias antirretrovirales. Según datos de la OMS, en 2010, 6,6 millones de personas recibieron tratamiento en países de ingresos bajos y medianos. El acceso a la prevención, el diagnóstico y el tratamiento, y la no discriminación, continúan siendo los desafíos por afrontar para reducir a cero las nuevas infecciones y las muertes a causa del sida.

Fuentes: Revista PRESCRIBE, Edición Especial: A 30 años del descubrimiento del SIDA, 2011

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