“La familia para mí es un grupo de personas que se quieren
el uno al otro”. Así comienza a hablar Agustín, el hijo del medio de una
familia mono-parental donde la mamá es una muchacha trans.
Después de la ley de Divorcio Vincular, las familias hasta
entonces socialmente correctas eran las compuestas por una mamá y un papá, es
decir, las familias nucleares. Este modelo de familia tradicional y basada en
el matrimonio religioso con el fin de perpetuar la especie, comenzó a dar
tumbos cuando el divorcio fue una realidad, con lo cual se dio espacio a otras maneras
de entender la familia. Así aparecen, al menos, dos nuevas construcciones
familiares: la monoparentalidad y las familias ensambladas.
La monoparentalidad es la familia en la cual uno de lxs
progenitorxs o adoptantes (según el caso) se hace cargo de lxs hijxs y vive y
se vincula con ellxs.
Las familias ensambladas son aquellas donde la mamá o papá
que vive con los hijos forma pareja con otra persona que, a posteriori, cumple
el rol de mamá o papá.
Esa familia nuclear, heterosexual y monogámica comienza a verse
desplazada por estas nuevas construcciones sociales. Y fueron estos modelos
familiares, visibilizados con la Ley de Divorcio Vincular, las que allanaron el
camino de la homoparentalidad y la co-maternidad.
En 2010, luego que se promulgara la Ley de Matrimonio
Igualitario, toman fuerza estas construcciones donde la paternidad/maternidad
no está sujetx a la heteronormativa, sino que encuentran sustento en la existencia
de dos mamás (co-maternidad) o dos papás (homoparentalidad).
Hoy, a días de la sanción de la Ley de Identidad de Género,
se abre un nuevo paradigma: la paternidad/maternidad de personas trans.
A fines de los años ´80 las mujeres que se hacían cargo de
sus familias por el abandono de sus maridos eran consideradas como ciudadanas
de segunda con una moral cuestionable y sus hijxs eran discriminados en los diferentes ámbitos
donde se desarrollaban: en la escuela; en la iglesia; en el barrio; en la
familia; etc.
A partir del 15 de Julio de 2010 lxs hijxs de familias
homoparentales y co-maternales son motivo de bullying por parte de algunxs de sus
compañerxs de escuela. Pero no los podemos culpar porque la discriminación,
producto de prejuicios, es algo que se aprende en casa.
Imaginemos entonces la situación de lxs hijxs de las
personas trans. Si la homosexualidad y el lesbianismo para muchos es difícil de
comprender, la transgeneridad es algo más complicado aún.
De cualquier manera es la obligación de lxs adultxs aceptar
las diferencias sin juzgar al otro o la otra por sus orientaciones sexuales e
identidades de género, porque volviendo al principio, una familia no es un
grupo de orientaciones sexuales o un grupo de identidades de género, una
familia es en cuanto exista dos o más personas que se amen y respeten en esa
diferencia que, además, es enriquecedora. Recordemos que lxs niñxs criados en
familias homoparentales, co-maternales y de personas trans son mucho más
inclusivos, diversos y felices que aquellos a quienes les enseñaron que la
única forma correcta y adecuada de vivir es la heterosexual, monogámica,
binaria y procreativa.
Cuando comprendamos que la sexualidad, la moral y la familia
son mucho más heterogéneas de lo que se nos enseñó durante siglos, vamos a
poder disfrutar de nuestra humanidad a plenitud.
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