Desde que se hizo público el debate de la ley de matrimonio para todos y todas, la Iglesia Católica y otras instituciones religiosas comenzaron a presionar para que la igualdad no se haga efectiva. Los mecanismos siempre son los mismos: insultos directos o indirectos. Son insultos directos todos los propinados por la gente que defiende la “familia tradicional”, fácilmente identificables por sus atuendos color naranja, que no hacen otra cosa más que discriminar a la comunidad LGTTB delante de sus hijos y de los hijos de otras personas, transeúntes que no apoyan su causa. Nos insultan indirectamente con las argumentaciones no solo sin fundamentos, sino hasta ridículas que insultan la inteligencia de toda la nación cuando explican que si se aprueba la Ley Igualitaria , luego del matrimonio vendrá la legalización de uniones entre personas y animales, etc.
Nos insultan cuando una provincia no puede expresarse por que tiene miedo. San Juan fue víctima del sabotaje eclesiástico cuando obligaron a los estudiantes de las escuelas católicas a asistir a sus marchas so pena de sanciones, cuando obligaron a docentes bajo amenaza de descontarles el día de trabajo aún cuando ese día no tenían que ir a trabajar, cuando los mecanismos de protección de la ciudadanía amenazaban a las organizaciones LGTTB, como La Glorieta , para que no se movilizaran en favor del matrimonio igualitario, desarticulando reuniones, asambleas y concentraciones pacíficas.
Nos insulta la Iglesia Católica al apoyar a éstos grupos de presión que actúan con impune violencia. La Iglesia puede no estar de acuerdo, eso a nosotros no nos importa por que el presente debate nada tiene que ver con una cuestión religiosa. Para ellos los homosexuales somos pecadores, enfermos, corruptores y otras tantas cosas más que he escuchado en las marchas a favor de la familia. La Iglesia Católica nos da la espalda como sociedad, nos enseña claramente que odiar, enfrentarse y discriminar está bien. Pero también nos niega nuestro derecho a la excomulgación, por que si para ellos somos pecadores peligrosos, entonces creo que nosotros tenemos el derecho a decidir no ser parte de ésa congregación totalitaria que se da el lujo de amenazar a algunos de los Senadores que declararon abiertamente estar a favor del matrimonio. Los homosexuales no queremos casarnos por la iglesia, no nos interesa el sacramento del matrimonio, solo nos interesa la Ley de Matrimonio Civil y no otra figura legal. Igualdad ante el Estado, no ante Dios. Menos ante un Dios que nos discrimina, que pretende hacernos sentir diferentes, inferiores, indignos de su amor. Ese Dios tan humano es el que permite que se nos atropelle, que se avasallen nuestros derechos más intrínsecos.
Una cosa es estar a favor de la familia y otra muy diferente es usar a la familia como caballito de batalla. Una cosa es estar a favor de los niños y otra totalmente distinta es usarlos como chivo expiatorio. La comunidad homosexual está a favor de la vida, de la familia y de los niños. Estamos a favor de la vida cuando queremos adoptar hijos paridos por heterosexuales que los abandonaron y los empujaron a situaciones de riesgo, esos niños necesitan amor, contención y cuidados. Necesitan que nada les falte, que si tienen miedo puedan recurrir a papás o mamás que los abracen, que si lloran sus papás o mamás los contengan, necesitan de un entorno familiar que los haga sentirse seguros, padres que críen hombres y mujeres de bien, sin prejuicios, sin intolerancia, sin marchas de color naranja pensadas para construir futuros ejércitos de discriminación y segregación. Necesitan sentir que la vida vale la pena ser vivida y que el amor no conoce de fronteras, colores, sexos o fe. Estamos a favor de la familia por que peleamos para que el Estado regule todos los tipos de familias que son una realidad, que existen, que necesitan enmarcarse jurídicamente. Defendemos a las familias nucleares donde papá y mamá educan a sus hijos en la libertad, en la igualdad y en el respeto por el otro. Defendemos las familias binucleares donde los padres se separan pero no se desentienden del chico. Defendemos las familias ensambladas donde una mamá o un papá cumplen el maravilloso rol de criar a los hijos de su pareja como si fueran propios. Defendemos a las familias monoparentales en las cuales un papá o una mamá es papá y mamá para esos hijos y por supuesto que defendemos las familias homoparentales donde dos papás o dos mamás brindan amor a sus hijos adoptivos, las cuales se empeñan en poner su granito de arena realizando el acto de amor más grande que un ser humano puede hacer: dar amor y familia a un niño en situación de orfandad.
No solo defendemos a la familia nuclear, nosotros no discriminamos al resto de las constituciones familiares. Por eso creemos y defendemos la familia como célula indispensable para la sociedad. La vida nos ha demostrado que pensar que existe un solo modelo familiar no solo es utópico sino absurdo. Todas las demás familias existen y en mayor o menor medida cuentan con ciertas regulaciones jurídicas, excepto la familia homoparental. Es por eso, entre otras cosas, que los señores Senadores deben aprobar la ley igualitaria, primordialmente para enmarcarse en los preceptos de igualdad que la Constitución Nacional declara y como consecuencia de ella, dar juridicidad a las muchas familias que se encuentran hoy desprotegidas.
Defendemos a los niños cuando pedimos a los señores Senadores que nos ayuden a sacarlos de la calle. Necesitamos cambiar ese estado de orfandad y darles un futuro. No es justo primordialmente para ellos que sientan a su corta edad que la vida no vale, que no tienen futuro, que nadie les quiere echar una mano para salir de esa situación de riesgo. Y tampoco es justo para nosotros que nos nieguen la posibilidad de darles a nuestros hijos adoptivos otro papá u otra mamá. Queremos asegurarles a nuestros hijos que si muriéramos, ellos tienen alguien más en éste mundo, que ellos pueden heredarnos, que sus dos papás o dos mamás pueden otorgarles sus obras sociales, etc. Como pareja, queremos tener las mismas obligaciones y los mismos derechos sobre nuestros hijos adoptivos.
Es una pena que no todos estemos de acuerdo en esto. Es lastimoso que se use a la familia y a los niños para promover actos de discriminación. Es doloroso ver cómo hay familias que educan a sus hijos fomentando la homofobia. Eso señores no es brindar amor, eso no es ejemplo para los niños que tanto dicen defender. No hace muchos días atrás me encontré con una persona que no está a favor de la ley de igualdad por que cree que la sanción de dicha ley implica que todos salgamos a la calle a dar malos ejemplos, esa persona argumenta que no quiere que sus hijos y nietos vean a dos hombres o dos mujeres demostrándose amor. Yo lo único que pude contestarle es que la mala intención y el morbo que le generamos a las personas evidentemente está en las mentes prejuiciosas de los adultos. Los niños no ven las muestras de amor como algo pecaminoso o inmoral, de hecho ni siquiera saben qué es el pecado o la inmoralidad. Estoy convencido que hay que educar a nuestros hijos en la diversidad, ellos pueden entender mejor que nosotros que ser heterosexual es tan normal como ser homosexual. Ellos no tienen fronteras mentales que les limite la capacidad de comprensión, no tienen estructuras que limiten su flexibilidad, por ende, no hay nada en lo que a relaciones humanas se refiera que ellos no puedan aceptar. Y esa es la palabra mágica para la constitución de una sociedad inclusiva, la aceptación, que obviamente es distinta a la tolerancia. No queremos un mundo tolerante, donde se nos “soporte” por que una ley nos obliga a hacerlo. Queremos un mundo que nos acepte por que comprende que, excepto a la hora de acostarnos, el resto del tiempo somos todos iguales.
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