El Día del Niño es una fecha comercial en la que lxs adultxs hacemos regalos a lxs pequeñxs de nuestras familias y entornos, y a otrxs niñxs en situaciones difíciles y a quienes sus familias no pueden obsequiar. Como fecha comercial, el mercado pone todo de sí para empujar decisiones que respondan a la vez al mayor gasto posible como prueba de amor y a la compra de lo que está de moda para demostrar respeto por los gustos de lxs chicxs. Ahora bien, lo comercial no quita lo ideológico, sino que lo refuerza a través de distintas estrategias de marketing. La industria del entretenimiento, la tecnológica y la de comestibles saben cómo hacer pasar por apelación al deseo y reivindicación del derecho a elegir, la más básica incitación al consumo. La publicidad trabaja con estas premisas adecuando su discurso a la edad de su público objetivo y de quien decide las compras. Así, cuando se trata de niñxs muy pequeñxs, se busca entusiasmarlxs a ellxs pero de convencer a sus madres; luego, se convence a lxs niños que ya influyen en las decisiones de compra familiares, y más tarde se apunta directamente a la forma en que lxs jóvenes adolescentes gastan el dinero que reciben de lxs adultxs. Todo esto constituye un refuerzo de estereotipos sobre lo que un niño o una niña deberían querer, como posesión, como imagen propia y como aspiración sobre sí mismxs. Niños, niñas y adolescentes son empujadxs desde temprano a seguir la heteronormativa binaria, por encima de los deseos que manifiesten desde temprano en cualquier aspecto de sus vidas. En una sociedad donde millones de mujeres y hombres dan batalla para desarrollar sus identidades, proyectos personales y profesionales a pesar de los condicionamientos, seguimos participando de un mercado que aparta ciertos productos como unisex (los tecnológicos y comestibles) y divide el rosa, el maquillaje y las muñecas para las nenas, y el celeste, el deporte y la aventura para los nenes. Es decir: el mercado forma parte del discurso que recuerda a padres y madres que, por ejemplo, el hijo varón debe preferir los autitos a las muñecas; de no ser así, estaremos en presencia de un niño varón heterosexual fallado, o de un niño varón homosexual, y cualquiera de las dos opciones se presenta como indeseable. Lo mismo opera sobre las niñas y las preferencias por juegos y juguetes clasificados como adecuados para varones. La homofobia se aprende, se internaliza y modela el ejercicio parental.
La construcción de una sociedad justa e igualitaria exige que se respete a sus integrantes. Hagamos nuestra contribución, permitiendo y promoviendo que cada niño y cada niña puedan expresarse y definir su identidad y sus deseos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario